Mentiras
Rosa Montero
Hoy
voy a hacer algo que siempre he condenado: criticar un libro que no
he leído y una película que no he visto. Pero así son las cosas:
la contradicción es consustancial al ser humano. Se trata de Las
cincuenta sombras de Grey. Dice
gente de la que me fío que la obra es muy mala, por eso me he
abstenido (quizá erróneamente). Lo cierto es que han vendido 40
millones de ejemplares en el mundo y 180.000 entradas anticipadamente
tan sólo en España. ¿Y qué es lo que ofrece? La historia de una
jovencita panoli virginal y pobre que se enamora de un millonario
guapo de corazón duro, al cual ella termina salvando de sí mismo;
el millonario, que en el fondo era buenísimo, se rinde a los pies de
la pureza y se casa con la chica pobre, que se transmuta en rica y
come perdices. Mientras tanto, eso sí, el joven la maltrata un poco,
la controla un poco, la asusta un poco. Nada importante, nena: si te
maltrata y te asusta es porque te quiere. Puro amor recóndito;
aguanta y llegará la boda, la conversión en ángel. En fin, es muy
cierto que, por un lado, las relaciones pueden ser tóxicas, y, por
otro, que el sadomasoquismo consentido es una opción sexual. El
problema de Las
cincuenta sombras de Greyno
está en nada de eso, sino en su mentira. Lo verdaderamente obsceno
no es que el rico le pegue, sino que convierta eso en un bobalicón,
reaccionario cuento de hadas que fomenta la sumisión, el abuso, la
dañina y arraigada creencia de que podemos cambiar al amado. El otro
día, la hija de 18 años de una amiga se topó con un jovenzuelo en
una disco que intentó ligar con ella maltratándola a lo Grey. Se
creen que mola. Según una reciente encuesta del CIS, el 32% de las
chicas españolas entre 15 y 29 años considera aceptable que su
pareja las controle. Lo peor que tiene el arte malo, es decir, el
embustero, es que es peligroso.
El
País,
24 de febrero de 2015
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